martes, 28 de agosto de 2007

Ruido de la civilización (*)

Arte controvertido y enigmático, show al mediodía en plena Avenida Corrientes, presentación en un estadio marplatense: producido artísticamente por los ex GIT Alfredo Toth y Pablo Guyot, “Civilización” llegó destinado a meter ruido. Después de los irregulares Verde paisaje del infierno y Máquina de sangre, que no lograron asimilar la solidez de sus predecesores, resta develar si la nueva producción de Los Piojos es capaz de retomar el rumbo firme y prometedor de los comienzos. Play.

La placa se compone de trece temas, en los que Andrés “Ciro” Martínez (voz, armónica, guitarra y coros), Miguel “Micky” Rodríguez (bajo, voz y coros), Daniel “Piti” Fernández (guitarra, coros), Gustavo “Tavo” Kupinski (guitarra, bandoneón, coros), Sebastián Cardero (batería, coros), Facundo “Changuito” Farías Gómez (percusión, coros) y Miguel “Chucky” De Ipola (teclados, hammond, pianos) vuelven a reformular su tradicional mixtura de rock stone y géneros rioplatenses.

El primer mérito de Andrés Ciro Martínez (y no el único) fue conservar la espontaneidad y la calidez que comunica en vivo. En un momento de la carrera –como es la edición de un noveno disco, séptimo en estudio-, donde todo tiende a consolidarse, a asentarse, a continuar, el vocalista apuesta a la versatilidad y no se conforma: suelto, explota al máximo sus dotes de buen decidor y deja claro desde el primer verso de la inaugural “Manjar” de qué se trata el liderazgo.

La madurez general se hace evidente en un refinamiento de los arreglos, notorio de manera clara en las guitarras y una mayor preponderancia de los teclados. “Pacífico”, el corte de difusión, rescata la sutileza lírica de los primeros discos: “ahora que soy silbido de alguien que sale a andar, veo otro cielo alrededor” canta Ciro, y plasma el vértigo de la escalera a la fama.

“Bicho de ciudad” se introduce entre guitarras acústicas y percusión, a lo que se suma un arreglo de cuerdas intentando sumarle un poco de dramatismo a la clásica simpleza cancionera. Finalmente, la veta urbana aflora, y las guitarras eléctricas prometen un futuro hit. La cuota rockera queda cubierta con la energía de “Hoy es hoy” y los riff filosos de “Cruces y flores” y “Unbekannt”. El infaltable lento llega con “Difícil”, una balada todo terreno que cumple con todos los clichés del género, y no tiene nada que envidiarle a las creaciones foráneas.

El mosaico de géneros se va componiendo con “Civilización”, un reggae con aires andinos en clave ecológico-apocalíptica, inspirado en un sueño de Andrés Ciro en el que lo visitaba Manu Chao. Habrá lugar también para la parodia tanguera de “Pollo viejo”, dedicado al rocker devenido “adorno de SADAIC”, y el esbozo folklórico en “Salitral”, una pieza melancólica, oscura, con cierta reminiscencia rioplatense al “Gris” de Tercer Arco. La mezcla de percusión, guitarras acústicas y contrapuntos vocales que llevaron a su máxima expresión en Azul se vuelve a hacer presente en la diáfana “Basta de penas”.

Es probable que el estribillo de “Un buen día” (al que le pone la voz el bajista Miguel Rodríguez) se consagre como uno de los mejores del disco. El tema no luce hallazgo alguno en lo melódico, y es claro que el bajista no puede competir en el plano vocal con el frontman, pero las deficiencias expresivas quedan compensadas con creces gracias a la solidez y la potencia rítmica.

El cierre, con “Buenos días Palomar” devuelve a la banda al lugar que los vio nacer, el barrio arbolado del oeste de Buenos Aires donde “todo está como hace años, como ayer, como hoy”, y los deja cometer el pecado del artista consagrado: revisitarse. Los versos de “Chac tu chac”, tema homónimo de la primera producción, allá por 1992, vuelven disfrazados de coda. “Si vos querés estar libre, si querés alto volar, que haya un hachazo en tu ojo, pero una flor en tu ojal” parece seguir siendo la consigna piojosa. Responder a la pregunta de si es Civilización la bisagra hacia un nuevo ciclo, es tarea del tiempo.

(*) Para Revista De Acá